La discusión pública suele centrarse en la deuda del Estado. Pero hay otra deuda, silenciosa y creciente, que también define el rumbo del país: la que cargan los hogares, los negocios y los emprendedores. No sale en titulares, pero marca la realidad.
La Tasa de Política Monetaria se mantiene en 5.75 %. Técnicamente no parece alta, pero su impacto es profundo: cada punto adicional encarece los préstamos y frena el consumo. Mientras tanto, las recaudaciones fiscales siguen aumentando, no por expansión económica real, sino por una presión tributaria que no distingue entre escalas. Quien produce más, paga más. Pero quien apenas sobrevive, también.
El crédito de consumo ha crecido más de un 25 % en dos años. Podría parecer señal de dinamismo, pero cuando más del 50 % de los hogares admite que no podrá cumplir con sus deudas, el panorama cambia. No es irresponsabilidad financiera, es supervivencia financiada. Familias que recurren al crédito no para avanzar, sino para no colapsar.
En el sector productivo, especialmente las MIPYMES y los independientes, la situación es similar. Han sostenido empleo y consumo en los últimos años, muchas veces sin incentivos, con tasas altas y cargas fiscales poco realistas. En vez de invertir, ahora se limitan a cumplir. Las líneas de crédito ya no impulsan, pesan.
República Dominicana continúa mostrando cifras de crecimiento por encima del promedio regional. Pero el crecimiento, cuando descansa sobre el endeudamiento y la presión, no es sinónimo de bienestar. Es resistencia. Y la resistencia, sin alivio, no es sostenible.